"Veo el panorama gris, muchísimo peor que hace quince años"
Si por algo se caracteriza el mes de noviembre es por la celebración del Mes de Danza. Sevilla acoge este festival desde 1994, consolidado como una de las propuestas más atractivas de la temporada. Su directora, María González, repasa los comienzos, el balance de esta edición y los nuevos retos para el futuro entre otros temas de actualidad.
Pregunta: ¿Cuál es el balance de esta edición del Mes de Danza?
María González: Este año la primera semana ha sido la más fuerte. Coincidió con la danza en espacios singulares que trajo muchísimo más público que los espectáculos en sala. Esta el público habitual pero también el casual que se engancha y sigue con nosotros. El mes de danza no se caracteriza por unas cifras que asombren pero no creo que este sea el valor de este festival. El valor está en criterios más cualitativos. Cómo articulamos el programa; el equilibrio entre danza en espacios públicos y danza en salas; el equilibrio en prestar atención a creadores locales con también la participación de compañías nacionales e internacionales; cómo se crean vínculos de colaboración con entidades locales; el tipo de programa pensado para los más pequeños; el pensamiento en un programa específico para adolescentes, etc. El gran valor del Mes de Danza no está tanto en sus cifras. Este año hemos tenido 25 compañías y 50 funciones, no está nada mal en trece días de programación y con el presupuesto que manejamos.
Pregunta: ¿Cómo fueron los inicios?
María González: En 1994 no había nada. Realmente empecé este proyecto porque en el año 90 me instalé en Sevilla. Venía de Francia y allí en París conocí a una coreógrafa de aquí de Sevilla. Salud López de la compañía Octubre Danza. Empecé a trabajar con ella, muy apasionada, empecé como productora. Tenía la enorme capacidad de detectar las carencias, las necesidades en el sector que ella estaba implicada. Además, llega a Sevilla el coreógrafo brasileño Fernando Lima. Él empieza a trabajar con la Sala La Imperdible. A mediados de los noventa este espacio fue un enorme referente para las artes escénicas. Entonces empezamos a imaginar un evento que le diera visibilidad a la danza contemporánea pero estaba todo por hacer. A la hora de diseñar un festival había una dificultad que era ¿cómo se les da su sitio a los creadores locales si aún no tienen gran nivel? Porque claro, por muy genio que seas, en las artes escénicas hay una técnica, tienes que confrontar tu trabajo con público y así creces. Este era el dilema: cómo le damos su sitio a los creadores locales y a la vez ofrecemos calidad suficiente para no echar para atrás al público. Este era el gran reto y el gran desafío en ese momento.
No teníamos ni un duro, pero teníamos la suerte de vivir en una ciudad muy atractiva. El Mes de la Danza no hubiera funcionado o arrancado de la misma manera, o hubiera sido otra su historia si no hubiera sido en Sevilla. Cuando le decíamos a una compañía que se viniera a bailar a Sevilla por miseria y media, en general acogían la propuesta con cierto entusiasmo. Dudo que si hubiéramos vivido en Burgos la respuesta hubiera sido tan entusiasta por parte de estas compañías.